Locura [Morby]

Así parecía su situación, desmedida, extraña, incómoda en veces, no había planeado para nada eso. 

Aunque, siendo sinceros, ¿desde cuando él planeaba algo? A él solo se le daba el actuar porque le convenía, porque así lo quería o porque no tenía nada más que hacer. Y eso, eso lo dejó con ganas de hacer cualquier basura, menos el cruzarse con...

—¡Amigo! ¿Qué has estado haciendo? Este helado se está derritiendo ¡Pudiste haberme acompañado, hombre!— Gritó entrando sin más, dejando el bote de helado en el sofá y subiendo las escaleras, no se había creído esa excusa del castaño "Qué le dolía el estómago" Pfff, podría atragantarse con chocolates y nachos y aún así él pediría más comida, por favor.

Rigby se metió en el closet de su habitación, sintiendo como su corazón revoloteaba y amenazaba con salirse de su pecho, el amor parecía tan fácil, como un juego, pero al empezar a sufrir precisamente por él, le dejó en claro que no era como lo había pensado.

Tonto.

Demencial.

Peculiar.

No actuaba como normalmente lo haría, deja que la locura se apodere de sus pensamientos, logrando que su cuerpo se mueva de acuerdo a ellos, las palabras salgan por si solas y todo su ser parece alguien más, no es él en esos momentos, no, no lo era.

—¡RIGBY! ¡Carajo! ¿Donde estás?— No podía ni mirarlo, o bueno, no por tanto tiempo, tenía que calmarse, fijarse en su mejor amigo ¿Por qué esperó 23 años para eso?

Podría salir con muchas chicas, aún si no fueran la mejor elección, pero así al menos lograría mantener esa amistad con Mordecai, sin tartamudeos, sin gritos innecesarios, sin distracciones y sin escaparse de él cada ocasión en el que están muy cerca; oh, cuanto daría por esfumar esa adrenalina que le recorría la piel cuando lo observaba.

—¿Rigby?— No había escuchado al otro hablarle, qué... ¿Lo estaba viendo ahora en la puerta del closet? Lo miraba fijamente, ni se dio cuenta de que ya no estaba solo.

—¿Si?— Quieto, en ese sitio, no quiso salir de ahí, no permitiría que la demencia le arrebatara lo poco que tenía de razón.

—Viejo, ¿qué haces aquí?— Confundido, no existía otra palabra que lo describiera en ese momento, no entendía porque en esos días Rigby se alejaba de él, hasta lo empujaba a estar con Margarita o CJ, pero desesperadamente, como si no quisiera su compañía. No recordaba haber hecho algo malo para causar ese raro comportamiento en el mapache.

—Pensar...

—¿En el closet?— El más bajo salió a la luz, revelando una expresión de estrés absoluto.

Hartante.

Asfixiante.

—Puedo pensar donde quiera, no fastidies.— Se tiro a su trampolín, quedando boca abajo, gritando insultos y maldiciendo su suerte contra la tela de su cama. Mordecai seguía sin entender, tal vez estar en un lugar pequeño lo había afectado —, Cómo odio lo que me hiciste.— Dijo levántandose para luego sentarse ahí mismo, el azulado ya no podía fruncir más el ceño, las preguntas se iban acumulando en su cabeza.

—No entiendo nada Rigby.— Se acercó a él, quedando a esa altura del otro, alzó una ceja intentando adivinar qué le había hecho al más bajo, si debía disculparse o iniciar una discusión de esas que necesitas los suficientes argumentos para combatir y derrotar a la otra parte.

Peligroso.

Se miraron, uno con miedo, otro con miles de dudas, sin siquiera decir algo. El mapache, con poco o nada de cordura tiro todos sus temores en lo más recóndito de su cerebro y sin darle tiempo de reaccionar al otro, lo hizo...

Exasperante.

Llegó a unir sus labios con los de Mordecai.

Inquietante.

No se separaron, siguieron unidos unos segundos más, sin pensar algo más aparte de eso, todo eso por su locura, talvez con un poco más de conciencia no lo hubiera hecho, pero a veces...

Debía dejar la locura fluir.